Nano Stern. Desde Chile, con amor
No es la primera vez que visita España, pero sí la primera en la que viene de gira. O, para ser más exactos, de minigira. Salas pequeñas como el madrileño Café de la Palma, donde actuará la noche del viernes 6. “Barcitos”, dice él. Un capricho que el músico chileno Nano Stern (Santiago de Chile, 1985) se puede permitir en fuerte contraste con los llenos de varios días seguidos en los teatros más importantes de la capital chilena, como el Oriente o el Caupolicán en Santiago, donde registra discos en directo. O el aforo legendario de la Quinta Vergara, donde se celebra el Festival de Viña del Mar.
Nano Stern dice que le gusta esta sensación de volver al tú a tú con quienes se acercan a escucharle, lejos de esas “instancias de masividad” conseguidas tras 10 años y ocho discos de carrera en solitario. Le encanta tocar en España ante “un público nuevo que tiene la ventaja de entender los contextos en los que nacen muchas de estas canciones”. Ligado a este viaje de Nano Stern a España están la nacionalidad de su novia y, a modo de padrino, el nombre de un artista que vivió un periplo similar, hace ya más de dos décadas. Entonces el valedor era Joaquín Sabina y la promesa, un doctor montevideano residente en Madrid que presume de haber pasado los últimos seis años viajando a Latinoamérica al menos una vez al mes para tocar en directo. Jorge Drexler, el cantautor que desafió a Hollywood interpretando a capela su canción “Del otro lado del río” al recoger un Oscar de manos del recientemente fallecido Prince, recordaba también que fueron tres conciertos en “una semana de 1995”. Y que, por muchos padrinos que un artista tenga, “a uno solo le defiende su trabajo. A fin de cuentas, nadie te garantiza una carrera autónoma. Hay quien tiene talento, hay quien tiene conexiones. Pero luego hay que sostener esa responsabilidad y, quizá, añadir una cierta capacidad de realización, sacrificio, resistencia y una acertada visión del trabajo propio”.
A Nano Stern le han arropado los más grandes artistas de la cantautoría, como dicen en Chile
Para no tener padrinos, a Nano Stern le han arropado los más grandes artistas de la cantautoría, como dicen en Chile, como la folkstar Manuel García, con quien compartió escenario en una banda que se consideraba underground a fines de los 90, Mecánica Popular. “Recuerdo que llegó a uno de nuestros conciertos, con su guitarra a la espalda, muy jovencito. Y en seguida nos pusimos a conversar, por su buena luz y su disposición a la música —cuenta García—. Hicimos un tema de Led Zeppelin y me gustó que tocara la guitarra eléctrica con mucha onda. Luego, informalmente, en el camerino, me fijé en que tocaba a Atahualpa Yupanqui en una de nylon. Me llamó la atención, la verdad es que no había visto a músicos tan jóvenes que tuviesen ese dominio y ese repertorio en los dedos.” Mecánica Popular “más que desaparecer, se desvaneció en el aire”, como indica García, que volvió a llamarle, esta vez a Holanda, donde Nano Stern estaba viviendo tras un tiempo en Alemania, al aceptar la invitación del Mercat de Vic para musicar y grabar poemas de Neruda y Pere Quart junto a Guillamino. El resultado fue una joya singular: el disco Exile para el sello indie de Barcelona Bankrobber, con canciones de Víctor Jara, Lluís Lach y Silvio Rodríguez.
Conexión con el público
Para Drexler, la carrera de Nano Stern se sustenta en su capacidad para conectar con el público chileno, una energía característica que hace que Joan Baez, además de cantar una canción en castellano en su último disco, Mil 500 vueltas, le presente como uno de los nombres más importantes de su generación . “Es muy fácil entender la razón de su fulgurante carrera cuando uno lo ve en vivo —sigue Drexler—, porque es muy poderoso, tiene una capacidad de expansión tremenda y una clara conexión con el folklore, con la identidad de la música chilena, especialmente con la escuela interpretativa y compositiva de Violeta Parra.”
El serio trabajo de análisis y reivindicación de las grandes figuras de la música popular chilena, como Parra o Jara, propuesto por artistas como Manuel García primero y Gepe, Camila Moreno, Chino, Ana Tijoux, Pascuala Ilabaca y el propio Nano Stern, se añade a que, cada uno a su manera, han recuperado para otro tipo de géneros los escenarios de los que se había apropiado el rock. Además, han ampliando el espectro del público, que empieza a “profesionalizarse”, a ser respetuoso con las carreras de sus artistas favoritos, a pagar por las entradas y a apreciar la guitarra solista del cantautor, la mezcla de guitarras eléctricas y sintetizadores con la quena, el charango, la instrumentación orquestal o, en el caso de Nano Stern, la viola de teclas o nyckelharp sueca. “Sabe añadir a la actitud casi performática del rock la impronta aprehendida de los grandes cantautores, de quienes los jóvenes han heredado el compromiso por el arte, que en mi generación tenía mucho que ver con lo político, lo social, con pintar las paredes y hacer protestas en la universidad”, recuerda García desde Santiago, mientras ensaya las versiones en castellano y mapudungun de la canción oficial que ha compuesto con un histórico como Carlos Cabeza, con el que el Gobierno de Bachelet pretende convocar a los chilenos a que participen en la creación de una nueva Constitución, en una decisión histórica.
Chile, un caso particular
Aires de verdadero cambio en un Chile que corea las letras de Stern en sus éxitos “Casualidad” o “La puta esperanza” y que celebra que se traiga al escenario a Inti-Illimani, Pedro Aznar o Joe Vasconcellos. Manuel García apunta a que antes “quizá no se tocara la guitarra con tanta personalidad en Chile, aun siendo un país con una clara tradición guitarrística”. Alude también a la sorpresa de la voz de Nano Stern, que contrasta con el espíritu chileno más reflexivo e introspectivo, que cristaliza en su propio trabajo: “Músicas que tienden a ser un poco calladitas, incluso cantadas como hacia dentro, con cierto estado de reverencia y letanía que tiene que ver también con la profundidad”.
“Tiene una capacidad de expansión tremenda y una clara conexión con el folklore”, dice Drexler del músico
De las características geográficas del país al que llegó el Winnipeg de Neruda cargado de intelectuales españoles que huían de una muerte segura habla también Jorge Drexler: “Hay una frase de Caetano Veloso que dice que Chile es tan diferente del resto de Latinoamérica que hace que Brasil y Argentina parezcan similares. Y es absolutamente cierto. Chile tiene un doble carácter insular, que lleva a un aislamiento interior, marcado por tener a un lado la cordillera más grande del mundo, al oeste el océano más grande del mundo, al norte la zona más seca del mundo, al sur la zona de glaciares más grande del mundo. Imagina que tienes que hacer ocho horas de carretera para llegar de un concierto a otro, para acceder a la siguiente ciudad en la que tengas público. Han estado años aislados también de sus propios coterráneos y expuestos a los fenómenos naturales. Te da una espiritualidad de base estar a merced de las naturaleza. Aprender a vivir con ese grado de ausencia de certezas te forja un cierto tipo de personalidad”.
Vitalidad de la escena cultural
El aislamiento parece haberse dinamitado no ya con una democracia “a la que le cuesta asentarse”, como describe García, sino con el poder de las redes sociales como eficaces medios de difusión y comunicación, en manos de los hijos de quienes regresaron del exilio y son manifiestamente más cosmopolitas. La suma explicaría la calidad no solo de la música, también de una mucho más que emergente literatura con Nona Fernández, Diego Zúñiga, Alejandra Costamagna, Pablo Simonetti o Alia Trabucco, o el cine de, por ejemplo, Pablo Larraín, al que hace referencia Drexler. “La vitalidad de la escena cultural chilena es una de las grandes sorpresas. Creo que tiene un impresionante ojo para la cultura pop, desde películas como No, donde la estética está muy cuidada, hasta la música de Javiera Mena, Francisca Valenzuela o Javier Barría, con quien he tocado muchas veces y que se relacionan con el pop de manera creativa, no puramente mediática”, dice Drexler, quien no se aventura a imaginar un futuro en España para Nano Stern. “Nadie peor que yo para hacer augurios. A veces he pensado que algo no va a funcionar y resulta que ha vendido un millón de copias y no son números figurados. Me impresionan su evidente talento musical, su virtuosismo (toca la guitarra, el violín, canta), su juglaresca, la tradición del trovador que vive por y para la música. Le encanta lo que hace, va con la guitarra siempre y termina cantando en todas partes, hemos tocado en los lugares más inverosímiles, en sitios clandestinos. La última vez anteanoche en mi terraza. Y no me gusta porque tengamos coincidencias estéticas, de hecho somos muy diferentes. No me gustan ni la endogamia ni la autorreferencia. Me aburren. En esa reunión había un músico electrónico ecuatoriano, un músico electrónico argentino, dos colaboradores míos, un cancionista pop español. Y Nano Stern.” Apunten su nombre. Puede que sea “La puta esperanza”.
fuente: https://www.ahorasemanal.es/nano-stern-desde-chile,-con-amor–
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Mirabassi/di modugno/Balducci (Amori Sospesi, Dodicilune)
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Eco eterno
Wheels Collective (Liquid, Whatabout Music)
A’Bashiye
Masters of war
In the pines
Little things
Vieux Farka Touré & Julia Easterlin (Touristes, Six Degrees Records)
Carnera, the biggest horse
East wind, fishing
Griselda Sanderson (Radial, Waulk records)
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La familia – Viaje al centro de la noche
Viajamos con….la familia, pese a que a menudo preferimos ignorarlo y gestionamos emociones y gestualidades, como si procediéramos de otro lugar, de otro país y hasta de otro planeta.
Sin embargo a pocos kilómetros al sur, en el continente del que tanto ignoramos, los ancestros se celebran como si convivieran aún entre nosotros. Viven entre los genios, los jins, en las copas de los árboles, y nos protegen y vigilan, no vaya a ser que nos torzamos, como renglones negros sobre el blanco del lienzo que nos queda por llenar mientras pasan nuestros días en la tierra
¿ Se han fijado en los largos saludos entre senegaleses, por ejemplo? Son un ritual que, siempre sonrisa en los labios, trae a la conversación a varias generaciones. Comienza con un ¿qué tal? (nangeen def en wolof) y termina cuando se ha encontrado una conexión en común a través de los apellidos de parientes y amigos. Algo parecido a la más moderna teoría que asegura que todos estamos conectados al menos en sexto grado…
Una familia global para un mundo soñado, Pangea, en el que el sufrimiento de todos sería el dolor de todos.
Y así la felicidad.
El mundo azul imaginado en Avatar, conectado y perfecto, que estalla en pedazos en cuanto enfrentamos a la familia a un día de Navidad en el caso de Europa, a un día de Acción de gracias en Estados Unidos.
El cine lo ha contado desde tantos puntos de vista que parece imposible añadir nada nuevo: de Happiness a Celebration o a la inolvidable Una historia verdadera ( The straight story) de David Lynch inspirada en un hecho real ocurrido en 1994, en el que nada (ni nadie) impiden al anciano protagonista de 73 años Alvin Straight cruzar el país desde Iowa a Wisconsin montado en su segadora John Deere, para reencontrarse con su hermano, gravemente enfermo, con el que no se habla desde hace más de diez años.
Viajamos con ( o por) la familia y ya ven, encontramos lo que no sabíamos que buscábamos: nos encontramos a nosotros mismos.
Prometí volver de Pedro Pastor Guerra (La vida plena)
*del programa de RNE
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