Celebrando a Violeta
” El Ayuntamiento de Cartagena pone en marcha la XXIII edición del festival La Mar Músicas que año tras año se reinventa con propuestas más valientes, dialogantes y atractivas. Sirva como ejemplo la actividad que los coordinadores de La Mar de Letras y La Mar de Arte han ideado para abrazar poesía, música y artes plásticas en un evento único que homenajeará a la cantautora Violeta Parra.
Una propuesta atractiva que convocará el lunes 17 de julio en la Sala de Exposiciones del Auditorio El Batel, a Tita Parra, nieta de Violeta Parra, y al cantautor chileno Manuel García quienes hablarán y cantarán respectivamente para acercarnos a la sensibilidad y genialidad de Violeta Parra. Cerrarán el acto diez mujeres poetas: Marina Alcolea, Natalia Carbajosa, Vega Cerezo, Annie Costello, Noelia Illán, Beatriz Miralles, Cristina Morano, Carmen Piqueras, Elena Trinidad y Ana Vidal Egea que recitarán poemas inspirados en la canción “Volver a los diecisiete” de Violeta Parra. Junto a estas diez mujeres, siete artistas plásticas: Dora Catarineu, Nicole Palacios, María José Contador, Virginia Bernal, Juana Jorquera, Ángela Acedo y Cristina Navarro Poulin replicarán esta misma propuesta, pero en este caso, con la pintura como lenguaje. Las obras de las pintoras, junto con los poemas de las diez poetas, quedarán expuestas en la Sala de Exposiciones del Auditorio de El Batel desde el domingo 16 a las 18:30 que tendrá lugar la inauguración.
Diecisiete mujeres que se reunirán alrededor de Tita Parra y Manuel García para recordar y celebrar a Violeta Parra el día 17 de julio con una canción como hilo conductor del encuentro: “Volver a los diecisiete”. Una propuesta que pone en valor la salud de este festival auspiciado por el Ayuntamiento de Cartagena y la pasión de sus gestores por promover circuitos transversales entre las distintas artes con el fin de generar nuevos discursos. Enhorabuena y no una, sino diecisiete veces enhorabuena”.
Vega Cerezo
Noelia Illán Conesa
LA MUERTE DEL ANIMAL
La muerte es un animal
fatigoso y altanero.
Violeta Parra
A Paco Miranda
Hoy he estado en un funeral.
No había coronas de flores
que pudren y manchan la tumba.
No había ceniza
que esparcir por El Bósforo.
Nadie oyó un llanto ni
consolaban las manos maduras.
No pasó nada.
Sólo el cadáver y un silencio
de hielo.
Todos miraban el ataúd
y ya nadie hablaba del animal.
Ana Vidal Egea
MUJERES QUE SE VAN
El olor a pólvora me recuerda a ti.
el primer hoyo se te propagó
(así son las enfermedades invencibles)
eras una mujer agujereada,
derramándose,
que siempre se estaba despidiendo.
Para qué postergar el destino,
de qué otra forma detener el tiempo.
Tú escribías sobre gusanos
y cantabas a las mariposas:
no sorprendió tu explosión de tristeza.
Quién quiere irse ha de irse,
la vida no es resistencia.
A veces, los que quedamos,
te llamamos valiente,
otras cobarde, porque nos das miedo,
dinos qué podemos esperar
recuerda tu mortalidad y aparece,
que éste silencio no sea una señal,
que éste vacío no me lapide,
que la inmensidad no te trague,
que ésta nada no nos calle.
Carmen Piqueras
Volver a los diecisiete
después de vivir un siglo.
Violeta Parra
MI REINO ES LA COCINA. Trasteo como si se me multiplica-
ran los brazos, como si me gustara lo que hago.
Me veo despeinada, recogido el pelo en un nudo imposible,
vestida sólo por una camiseta. Casi sexy, casi zarrapastrosa.
Me veo contestándole a la radio, hablando sola o llorando a lágrima
viva el Romance de Curro el Palmo.
Digo: Soy Wendy y así me va.
Cuido de la casa, disfruto de un café con María José, con Ada,
con Victoria; de El hombre tranquilo con Eugenia, comparto
una confidencia con Juanfra y Paqui y sé perfectamente que soy
Wendy. Sin lugar a dudas ésa soy yo.
E incluso en el momento gozoso y fatal, perfecto, letal y breve
del placer, cuando la soledad planta bandera en mi corazón,
a pesar de la corporeidad de dos y aún deshaciéndome en los
sentidos, sé que soy Wendy y ocupo mi espacio.
Pero, he aquí, que hoy me reclaman a mí sola, sin la cafetera, ni
la aspiradora, ni los libros, ni el clan que me acompaña.
Hoy la cita es conmigo y no tengo que llevar dinero, llaves,
fotos, anécdotas…,ni siquiera tengo que llevar mi nombre.
Esta noche no soy Wendy. Es cierto que hay un nombre por el
que me llaman, pero Wendy casi no lo recuerda y por tanto no
vuelve la vista si por él la convocan.
Esta noche se siente solo energía; no sabe si luz o agua, quizás
sea brisa.
Sabe que su cuerpo doméstico se ha alargado, le nacen hojas.
Una corona de hiedra la enaltece y algas marinas se enredan
entre los dedos de sus manos y de sus pies. Se sabe hermosa, se
sabe un ser marino y boscoso.
Ningún ingenio podría calcular su peso, abarcarla, registrar su
imagen.
Y es que esta noche la ha convocado la niña que fue y no ha
tenido más remedio que acudir. Hipocampos han ido a buscarla,
caracolas anunciaban su encuentro y, ya perdido el nombre y la
edad, se ha abandonado a sí misma.
Y así, revestida de infancia, envuelta en el perfume de los jaz-
mines que fueron, y empujada por la brisa violeta a esa tierra de
nadie que ocupan los sueños, se ha producido el encuentro con
el príncipe de entonces, el que quiso un día hundir los dedos en
su alma y pinchar su corazón con una rosa…
Ha dispuesto el príncipe una cena, copas breves y frágiles, velas
doradas, rosas desmayadas; éstos han sido sus deseos, efímeros
aliados de la pasión.
Ha querido el príncipe tejer un collar de miel y de ternura en su
garganta, éste ha sido el único don que no desaparecerá cuando
concluya el encanto.
Ambos sienten la urgencia de la música y el baile, inevitable
rito de los debutantes, para ello crean un salón a orillas de
nuestro antiguo mar, bajo miríadas de estrellas, entre el viejo
castillo y los acantilados rojos
…¿Te acuerdas, princesa, de mi amor?
Era joven, sufriente y generoso. Todo te lo ofrecí, todo lo puse
en tu camino, pero no quisiste nada.
Solo dejar que llevara tus libros a la salida del colegio, solo llo-
rar sobre mi hombro tus penas adolescentes, solo permitir que
me perdiera en tus ojos cuando, distraída, te quedabas absorta y
suspirabas…
Y ella sonríe porque lo recuerda todo. Es cierto que ella nunca
lo amó y a veces sentía remordimientos.
Por eso cuando levantó la vista y lo traspasó con su mirada
verde casi dijo:
No he olvidado nada, y ahora yo también te amo.
Casi lo dijo porque el collar de miel le quemaba la garganta,
porque sus labios eran por besarlo y porque su cuerpo vegetal
y caliente deseaba perderse en un mar de ternura, de dolor anti-
guo y de sexo.
Casi lo dijo porque pensó que se lo debía.
Casi lo dijo.
Vega Cerezo
LA CASA DEL ÁRBOL
La única religión que he sabido explicarle a mis hijos
tiene por reino un árbol frondoso, algo de cuerda
y buena madera.
En la oscuridad del cuarto, cuando la noche convoca
los miedos de Iván para Iván, la cama es útero
y es cueva que crea y cura
la angustia que nos cobija,
Aturdido y erizado, pega su lomo a mi pecho y yo
aspiro su dulce olor animal.
Lo aspiro con ansia, como el depredador que olfatea enloquecido
un rastro, ése hilo pegajoso e invisible que ata su hocico
a la tierra y lo arrastra -sin tregua- hasta el hallazgo.
Así te respiro.
En esa intimidad construimos con pericia la casa
que nos salvará del desastre,
porque no hay cura si antes no hubo herida.
Escogemos el ramal que sostendrá el suelo, las poleas
que elevarán los frutos, el agua, la caza; todo el sustento.
Inventamos la escalera que nos acercará a la tierra.
Edificamos hasta que el sueño nos vence y el terror
se disipa y vuelve al padre del terror que lo guardará
hasta la noche de mañana, y la de pasado mañana,
y la del día siguiente a pasado mañana.
Es su forma de castigar nuestra soberbia por vivir.
No es mucho lo que les dejo.
Una casa en un árbol que apenas soporta
la embestida del día. Obligados a elevar un reino caduco
que solo alcanza a temperar su miedo a lo oscuro.
Mis criaturas salvajes olfateando el hilo pegajoso de un rastro de luz [invisible y falaz
que doblegará sus hocicos a la tierra en espera del macabro hallazgo.
No es mucho, lo sé,
pero es la única religión que he sabido explicarle a mis hijos.
Todo lo que no es selva, es muerte.
Natalia Carbajosa
CANCIÓN
(Violeta Parra)
A veces, dicen, hay que cortarlos,
no queda más remedio.
Está seco por dentro,
podría quebrarse, dicen,
herir a alguien,
matarlo incluso.
Como si, al morir, todo acabara.
Así que lo cortaron.
Y vino el sol a hacer su ofrenda,
y presentó la lluvia sus respetos.
Y la tarde, y la mañana.
Guardaron los mirlos
indefinido luto
y entonaron su planto los vencejos.
Como si, al morir, todo acabara.
Pasó el tiempo,
pasó la gente y fue testigo
de lo que no se puede
testimoniar: sin vida, sin savia,
sin ramas, sin verticalidad,
había nacido
una corola verde,
una joven cabellera despeinada.
Una joven cabellera
que así se iba enredando,
e iba brotando,
y agitándose esbelta contra el viento
una sola palabra
en su foliáceo canto
pronunciaba.
Una sola palabra
arrojada a la vida,
como si, al morir, nada acabara:
Gracias.
Annie Costello
EL PATRIMONIO DE LAS MANOS
Por Violeta Parra, artesana
de la vida que le dio tanto
Como artista me hicieron alfarera
la arcilla fue puesta ante mis ojos
y se me dijo: esto es cuanto tienes.
No encontrarás material más sencillo ni maleable,
toda incisión en él quedará impresa:
todo temblor no calculado
todo sudor volcado en el torno,
todo cuanto seas quedará en él escrito
por la gracia o flaqueza de tus dedos.
Mi vasija permanece inconclusa;
la fuerza ha sido
mi mayor aliada hasta ahora.
Como mujer, recolectora.
Me advirtieron bien al dejar la cueva
que habría senderos que se enredarían
en mis faldas y bayas punzantes
derramando su sangre en mi regazo.
Y aún así al final de la tarde
jornal en el bolsillo y colmado el cesto,
me sorprendería al ver la sabiduría
de una tierra ingrata erigirse en mi contra.
Toda cosecha hacerse zarza.
Todo fruto hacerse ponzoña.
Aun asi encorvaría la espalda
y seguiría alimentando el mundo.
Como amante, bordadora
Un telar a mis manos fue dado
una aguja larga capaz de enhebrar
las almas más esquivas que
necesitan
ligarse también a la esperanza
Y me hizo el amor descoserme tranquila
y con mis hilos tejer un manto de seda;
amante es quien abre este manto
y ofrece protección bajo su sombra.
Como cristiana, aguadora.
Recibí en el bautismo un precioso regalo:
un cántaro sobre mi cabeza
y por costumbre o bendición de los astros
allá donde viajo me acompaña
allá donde el sol se conduzca inclemente,
aunque no siempre sea bien
recibida
aunque haya quien niegue la propia sed
quien arroje al camino el agua
que bebe.
Como humana me hicieron así: artesana.
Ha sido un aprendizaje largo
-casi un descubrimiento tardío-
ser consciente de mi labor.
Antes de ello y durante toda
la existencia que conocía
me enfrasqué en los libros, me sumí en los lienzos,
me embriagué de versos y de cantos,
hasta entender hoy bajo el jacaranda
que ni libro ni lienzo
ni belleza a los ojos
ni palabra a los labios
podrán salvarme:
mi único
y verdadero
patrimonio
son las manos.
Marina Alcolea López
LA JARDINERA
“para olvidarme de ti
voy a cultivar la tierra”
Violeta Parra
I.
el lago amaneciendo
todos mis años atravesando mis ojos
el lago y yo mirándonos
en ese plano en el que el tiempo no existe
el lago y yo viendo en el reflejo
el mensaje silencioso de la naturaleza
II.
nace una flor que sobresale
entre el verde de la hierba del camino
la voz de una mujer atraviesa el jardín
como una luz que sabe
adentrarse en lo profundo de los gestos
alguien tendrá que meter las manos en la tierra
plantar la semilla, oficiar el milagro del agua
el calor necesario, el alimento que sacie
el hambre y la pena
III.
escribir/ cultivar la tierra
ambas cosas se hacen con las manos
con el susurro de una melodía
dibujando paisajes en la cabeza
amar/ cultivar la tierra
ambas cosas se hacen con las manos
con lo vibrante de una melodía
que se extiende para dar esperanzas al mundo
IV.
la araña teje los hilos de la memoria
construye su casa en mi casa y habla
de los colores de la infancia, de las historias
de los pueblos, de los cuerpos que bailan
bajo el influjo de la luna
la araña me trae canciones de lejos
me dice que viaje
me dice que siga caminando con los pies descalzos
para sentir el frío
la piedra
lo suave
el tacto de la vida aconteciendo en cada paso
V.
nace una flor que sobresale
entre el verde de la hierba del camino
estás aquí, Violeta
aún el eco de tu canto retumba
en la pared del futuro.
Beatriz Miralles
Pupila de águila, de Violeta Parra:
Un pajarillo vino a posarse bajo mi arbolito,
era de noche, yo no podía ver su dibujito,
se lamentaba de que una jaula lo hizo prisionero,
que las plumillas, una por una, se las arrancaron.
Poema propio
Oigo caer la noche noche adentro
de la noche. Ningún rastro:
la sombra de un pájaro
que no vuela.
Cristina Morano
LA CORDILLERA
Por Violeta Parra y por la revolución
(incluye un poquillo de épica)
Me subo por la montaña, espina dorsal del mundo,
balcón hacia el mar Pacífico, el pueblo queda varado.
Quieró levantarlo un día, escucho su voz antigua,
aliento ya no me queda.
Las plazas juntan la gente, obligan al poderoso,
lo bajan de sus mansiones, lo ponen al descubierto.
Con tanta violencia mueren los pobres por su Derecho
que adentro de las raíces
están moviendo la roca: mujeres americanas
agitan la cordillera cantando por los glaciares:
trituran a los malevos.
Montañas, revoluciones:
son cosas que van temblando,
son frágiles, no duran nada; parecen sus moles densas,
peró enseguida se enturbian y son como los amores
que un viento poco los tira.
Así mi espalda se tuerce, en cada vértebra un signo
cargado de pena y tanta. Me iré por la cordillera,
vosotros tendréis que dar la voz a aquellas palabras
que a tantos hacen temblar.
Elena Trinidad
NUEVO VOLVER
VOLVER a los diecisiete
recurriendo a la palabra
en ojos vírgenes.
Atentando con la pureza del pasado
se evidencia en la voz de Violeta
dinamita para las cadenas,
jazmines en cuerpos vacíos.
Impere el recuerdo
frente a un inocente concepto de amor,
frente a un orgullo ante la muerte
en la mayor brevedad de la vida.